Movilidad social
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         Es uno de los rasgos de la sociedad actual: el frecuente cambio de lugar, de relaciones y de ambiente por motivos laborales, culturales o familiares.
   En los tiempos antiguos la estabilidad de por vida era lo normal. En los tiempos recientes las emigraciones y los despla­zamientos, los frecuentes viajes y las masivas llegadas de personas en épocas estacionarias (veranos, vacaciones, turismo) genera una sociedad más móvil que la de otros tiempos y el descubri­miento de muchos ambientes nuevos.
   Esto evidentemente suscita muchos problemas en el orden ético y en el reli­gioso, ya que las costumbres facilitan la estabilidad de los valores adquiridos en la infancia y la movilidad hace que las ideas, los sentimientos, las creencias y los valores morales y espirituales se vuelvan frágiles.
   El educador religioso debe estar muy atento a las personas que se hallan en proceso de adaptación al ambiente en el que se trabaja que, con toda seguridad, serán mucho más numerosas que en otros sitios. El trato de esas personas implica un conocimiento suficiente de sus lugares de origen, de sus lenguajes, de sus valores culturales y también de sus actitudes e ideologías religiosas. Es decir, ello requiere más flexibilidad y tolerancia, más amplitud de miras y, con frecuencia, la disposición de educadores más acomodados y dispuestos por una preparación adecuada.